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Diario de un huertecillo ecológico hecho por un par de principiantes

Presentación

Presentación He empezado este blog con la excusa de mostrar a mis amigos el trabajo hecho, y por hacer, en un pequeño huerto familiar que acabo de poner en funcionamiento. Aun así, me parece importante el presentarme por si algún despistado acaba leyendo estas líneas.

Mi nombre es Víctor, cuento con 26 años, y mi profesión es la de técnico en informática. Aficiones tengo varias, pero acabo de descubrir una bastante recomendable. Señores, si el estrés del trabajo les agobia, si no saben como desconectar de un día terrible soportando a clientes pesados que creen que sus problemas son los únicos, y los más importantes, que ha conocido la raza humana desde el principio de su existencia, si su equipo favorito va a bajar a segunda división o si, simplemente, desean hacer un ejercicio moderado pero muy gratificante, ¡no lo duden! ¡Hagan su propio huerto!

No, no. No os asombréis. Ya veo vuestros rostros sorprendidos, con una sonrisilla de sorna en vuestros labios. Imagino vuestras miradas de incredulidad al leer esto. ¡Pero creedme! Uno empieza sin convicción, y acaba cantando a los 4 vientos las maravillas del cultivo de berenjenas, tomates, pimientos, y toda clase de verduras maravillosas.

Pero, sobretodo, lo mejor es el tiempo que uno pasa haciendo las labores del huerto. La tranquilidad, la paz, el sosiego que se encuentra vaciando la tierra, montando un riego, son difíciles de explicar. Llegas a casa, con mil problemas desgastándote las neuronas. Sales afuera, dispuesto a hacer lo que toque, y todo se va. Simplemente estas tú, haciendo algo que no tiene fecha de entrega, ni plazos, ni períodos. Nadie te gritará si no sale ni un solo tomate, o si las berenjenas son pequeñas.

De todos modos, se suponía que tenía que hablar de mí. Hace un par de meses, después de un noviazgo relativamente corto, para lo que se gasta hoy día, mi pareja y yo tuvimos la oportunidad de irnos a vivir juntos. Anabel, que es el sentido común dentro de este extraño equipo que formamos, accedió a pasar juntos el resto de nuestras vidas, o al menos el tiempo en que me aguante.

Tuvimos suerte, y pudimos instalarnos en un chalet de un pueblecito del interior de Mallorca (propiedad de su abuela). La casa no es enorme, pero 2 personas necesitan poco y con el actual precio que tienen las viviendas no creo que sea para quejarse. El quid de la cuestión es que el chalet tiene un terrenito (menos de unos 1500 metros cuadrados) en la parte de detrás, lleno de árboles frutales y de plantas de jardín.

El estado de todo esto, tras años de descuido, era bastante desalentador, sobretodo para un par de seres tecnológicos expertos en software, hardware, y todo lo que acabe en ware, pero con pocos conocimientos en todo lo que significa el campo (creo que hablo sobretodo por mí). De todos modos, en unos 5 meses, y con la colaboración y enseñanzas de padres, madres y amigos más expertos que nosotros en el mundo agrario, y el inestimable esfuerzo de todos, podemos presumir de un jardín bastante notable. Mención especial merece la abuela de Anabel, que con su esfuerzo y constancia (parece mentira el trabajo que una mujer de 85 años puede hacer), y su habilidad para "motivarnos", a nosotros y a los demás, ha conseguido que las cosas hayan discurrido por el cauce adecuado.

En estas nos encontrábamos cuando surgió por primera vez la idea de hacer un huerto donde cultivar unas pocas hortalizas. El principal escollo al que nos enfrentábamos era nuestra propia ignorancia en estas artes. Tras diversas consultas, propuestas y charlas, nos decidimos por un huerto ecológico. Guillermo, un buen amigo con más experiencia que nosotros, una capacidad innata para trabajar y para ir agobiado por la gran cantidad de proyectos en los que se aventura, y un paladar bastante exquisito en cuanto a la degustación de jugos de cebada fermentados, nos pasó unas fotocopias del método de Gaspar Caballero de Segovia. El toque final, la gota que colmó el vaso de nuestra resistencia a embarcarnos en este viaje, fue la visita al huerto de nuestro amigo, tras lo cual quedamos prendados de aquella imagen. Las "Parades en Crestall" del huerto son dignas de contemplar. Nos quedamos sin palabras, simplemente mirándolo y buscando un adjetivo que lo definiera. Al final fue Neus quien consiguió una descripción válida: "¡es que es tan japonés!".

Bien. La presentación ya es bastante completa. Ya os explicaré como empezamos el trabajo, lo que nos pasó, y el porqué del aspecto nipón del huerto.

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